Apenas supe que tendría casi todo el jueves libre, decidí hacer un viaje que hacía rato me debía. El clima ese día resultó estar bastante feo, fresco y con lluvia, pero no me importó, no iba a hacer algo como lo que hice en Únětice. Mi objetivo esta vez era Pivovar Antoš, en Slaný.
Desde que este brewpub abrió en febrero no había parado de oír buenos comentarios, sobre el lugar, sobre su comida y, en especial, sobre sus cervezas. Estaba contento que por fin podría hacer el peregrinaje hasta allí.
Es fácil llegar a Slaný. Hay autobuses regulares desde Dejvická (la parada está frente al Hotel Diplomat) y el viaje toma algo más de media hora. Me tomé el bondí de las 10, que me dejó en la terminal de autobús de la ciudad. Según el mapa que había consultado, tenía que darle la vuelta a la iglesia que podía ver desde donde estaba parado y de ahí caminar unos 200m hasta el brewpub. Como este abría recién a las 11, todavía tenía algo de tiempo así que fui a pasear un poco por el centro de la ciudad. Resultó ser más bonito de lo que esperaba. Es cierto que algunos de los edificios están algo descuidados, pero debajo de la llovizna eso le daba un toque más de encanto.
Cuando se hicieron las 11 apuré el paso, ya tenía bastante sed y no poca hambre. El restaurante resultó ser muy bonito. Está ubicado justo en una esquina, en un edificio que originalmente fue construido en el s. 13 y cuyo aspecto actual es, si mal no me acuerdo, del s. 18. Está dividido en varios salones, en tres niveles. Sobre lo que antes fue el patio, hoy hay un techo de vidrio y justo debajo de este se encuentran los equipos de la fábrica. El efecto es bastante impresionante con la luz natural dándole brillo a los cacharros recubiertos en bronce.
Encontré una mesa la lado de una ventana justo en ese salón. Estaban cocinando ese día y el aire estaba empapado de ese fantástico aroma del macerado. Una camarera, con agradablemente genuina sonrisa, me trajo el menú y me preguntó que quería tomar. Desítka elegí para calmar mi sed, y el menú del día para hacerse cargo del hambre. La sopa drštková no estaba mal y me cayó de maravillas. La milanesa de cerdo con puré (de verdad, no instantáneo) sí que estaban muy buenos.
Pero no era la comida lo que me había traído hasta ahí, era la cerveza, y no defraudaron. La desítka estaba fantástica. Es increíble lo que un buen maestro cervecero es capaz de hacer con algo tan simple como una lager rubia de 10º Balling. El aroma era como caminar por un campo de trigo maduro mientras se sostiene un ramo de flores y el sabor era la perfección fermentada y madurada en frío. Para mí, una de las mejores en su categoría, sin duda, ahí junto con la de Kout o la de Chýně.
Podría haberme quedado el resto del día tomando un půl litr atrás de otro de esta delicia y el viaje hubiese valido la pena, pero tenía ganas de probar el resto. La světlý ležák (11,8º, no una dvanáctká técnicamente hablando) era como una hermana mayor de la desítka, muy rica también, pero no me gustó tanto como la otra, quizás pecaba por ser un poquitín demasiado parecida.
Ahora, si la desítka es la perfección en vaso de medio litro, la polotmavá 13º pertenece a otro plano de existencia, a un universo paralelo. Cada una de sus moléculas parece haber sido programada para causar el más exquisito de los placeres cerveceros. Me hizo acordar mucho a una Dunkles de Bamberg que tuve que reseñar hace poco, pero esta era todavía mejor. Nada bombástica, nada “más esto o lo otro”, no le hace falta, después de todo es mi cerveza favorita.
Probé también la Černé Poupě, una lager bien negra de 12º. Muy buena, café con algo de chocolate con leche y un toquecito de regaliz y flores. En lo personal, prefiero las cervezas oscuras algo más “tostadas”, pero no me puedo quejar de esta, tampoco.
Tomar y comer no fue lo único que hice en Pivovar Antoš. También pude hablar un rato con uno de sus dueños, el Sr. Pavlík. Un tipo bastante simpático y de esos que está convencido que para prosperar, primero que nada hay que hacer las cosas bien. Me contó que hasta ahora no había tenido ningún tipo de experiencia en la industria cervecera, pero que siempre había soñado con tener su propia cervecería. Sin embargo ese no había sido el plan original cuando con su socio decidieron comprar el edificio. Fue recién cuando descubrieron que la familia que alguna vez supo ser dueña de edificio era también propietaria de una licencia para elaborar cerveza, algo que en ese entonces no podía tener cualquiera.
El encargado de elaborar las delicias que estaba tomando mientras hablaba con Pavlík es David Máša, alguien con muchísima experiencia, que otrora supo trabajar en Krušovice y que como asistente tiene a su hijo.
El Sr Pavlík me mostró también el resto de los equipos, parte de los cuales están ubicados en los sótanos originales del edificio y me dio a probar la polotmavé directamente del tanque de maduración, lo cual no significó una gran diferencia a lo que había tomado arriba, ya que las cervezas se tiran directamente desde los tanques.
Me hubiese gustado quedarme mucho más, pero quería tomarme el bondi 13 de vuelta a Praga. Antes de irme me preguntaron cuál cerveza era la que más me había gustado, lo cual significó que me fui a casa con dos botellas de 1,5 de esa gloriosa polotmavé.
En serio, si están en Praga, tómense el autobús a Slaný. La visita a Pivovar Antoš vale mucho la pena, no se van a arrepentir y seguro me van a agradecer el consejo.
Na Zdraví!
Pivovar Antoš
GPS: 50°13'47.938"N, 14°5'19.052"E
Vinařického 14/10 - Slaný
info@pivovarantos.cz - +420 608 274 011
Lun-Jue: 11-23, Vie-Sáb: 11-24, Dom: 11-22
Desde que este brewpub abrió en febrero no había parado de oír buenos comentarios, sobre el lugar, sobre su comida y, en especial, sobre sus cervezas. Estaba contento que por fin podría hacer el peregrinaje hasta allí.
Es fácil llegar a Slaný. Hay autobuses regulares desde Dejvická (la parada está frente al Hotel Diplomat) y el viaje toma algo más de media hora. Me tomé el bondí de las 10, que me dejó en la terminal de autobús de la ciudad. Según el mapa que había consultado, tenía que darle la vuelta a la iglesia que podía ver desde donde estaba parado y de ahí caminar unos 200m hasta el brewpub. Como este abría recién a las 11, todavía tenía algo de tiempo así que fui a pasear un poco por el centro de la ciudad. Resultó ser más bonito de lo que esperaba. Es cierto que algunos de los edificios están algo descuidados, pero debajo de la llovizna eso le daba un toque más de encanto.
Cuando se hicieron las 11 apuré el paso, ya tenía bastante sed y no poca hambre. El restaurante resultó ser muy bonito. Está ubicado justo en una esquina, en un edificio que originalmente fue construido en el s. 13 y cuyo aspecto actual es, si mal no me acuerdo, del s. 18. Está dividido en varios salones, en tres niveles. Sobre lo que antes fue el patio, hoy hay un techo de vidrio y justo debajo de este se encuentran los equipos de la fábrica. El efecto es bastante impresionante con la luz natural dándole brillo a los cacharros recubiertos en bronce.
Encontré una mesa la lado de una ventana justo en ese salón. Estaban cocinando ese día y el aire estaba empapado de ese fantástico aroma del macerado. Una camarera, con agradablemente genuina sonrisa, me trajo el menú y me preguntó que quería tomar. Desítka elegí para calmar mi sed, y el menú del día para hacerse cargo del hambre. La sopa drštková no estaba mal y me cayó de maravillas. La milanesa de cerdo con puré (de verdad, no instantáneo) sí que estaban muy buenos.
Pero no era la comida lo que me había traído hasta ahí, era la cerveza, y no defraudaron. La desítka estaba fantástica. Es increíble lo que un buen maestro cervecero es capaz de hacer con algo tan simple como una lager rubia de 10º Balling. El aroma era como caminar por un campo de trigo maduro mientras se sostiene un ramo de flores y el sabor era la perfección fermentada y madurada en frío. Para mí, una de las mejores en su categoría, sin duda, ahí junto con la de Kout o la de Chýně.
Podría haberme quedado el resto del día tomando un půl litr atrás de otro de esta delicia y el viaje hubiese valido la pena, pero tenía ganas de probar el resto. La světlý ležák (11,8º, no una dvanáctká técnicamente hablando) era como una hermana mayor de la desítka, muy rica también, pero no me gustó tanto como la otra, quizás pecaba por ser un poquitín demasiado parecida.
Ahora, si la desítka es la perfección en vaso de medio litro, la polotmavá 13º pertenece a otro plano de existencia, a un universo paralelo. Cada una de sus moléculas parece haber sido programada para causar el más exquisito de los placeres cerveceros. Me hizo acordar mucho a una Dunkles de Bamberg que tuve que reseñar hace poco, pero esta era todavía mejor. Nada bombástica, nada “más esto o lo otro”, no le hace falta, después de todo es mi cerveza favorita.
Probé también la Černé Poupě, una lager bien negra de 12º. Muy buena, café con algo de chocolate con leche y un toquecito de regaliz y flores. En lo personal, prefiero las cervezas oscuras algo más “tostadas”, pero no me puedo quejar de esta, tampoco.
Tomar y comer no fue lo único que hice en Pivovar Antoš. También pude hablar un rato con uno de sus dueños, el Sr. Pavlík. Un tipo bastante simpático y de esos que está convencido que para prosperar, primero que nada hay que hacer las cosas bien. Me contó que hasta ahora no había tenido ningún tipo de experiencia en la industria cervecera, pero que siempre había soñado con tener su propia cervecería. Sin embargo ese no había sido el plan original cuando con su socio decidieron comprar el edificio. Fue recién cuando descubrieron que la familia que alguna vez supo ser dueña de edificio era también propietaria de una licencia para elaborar cerveza, algo que en ese entonces no podía tener cualquiera.
El encargado de elaborar las delicias que estaba tomando mientras hablaba con Pavlík es David Máša, alguien con muchísima experiencia, que otrora supo trabajar en Krušovice y que como asistente tiene a su hijo.
El Sr Pavlík me mostró también el resto de los equipos, parte de los cuales están ubicados en los sótanos originales del edificio y me dio a probar la polotmavé directamente del tanque de maduración, lo cual no significó una gran diferencia a lo que había tomado arriba, ya que las cervezas se tiran directamente desde los tanques.
Me hubiese gustado quedarme mucho más, pero quería tomarme el bondi 13 de vuelta a Praga. Antes de irme me preguntaron cuál cerveza era la que más me había gustado, lo cual significó que me fui a casa con dos botellas de 1,5 de esa gloriosa polotmavé.
En serio, si están en Praga, tómense el autobús a Slaný. La visita a Pivovar Antoš vale mucho la pena, no se van a arrepentir y seguro me van a agradecer el consejo.
Na Zdraví!
Pivovar Antoš
GPS: 50°13'47.938"N, 14°5'19.052"E
Vinařického 14/10 - Slaný
info@pivovarantos.cz - +420 608 274 011
Lun-Jue: 11-23, Vie-Sáb: 11-24, Dom: 11-22
Que buena review ! y que pinta que tienen esas cervezas, parace un lugar muy amable como para tomarse unos buenos chops
ResponderBorrarsaludos pivní !
Te queria hacer un comentario, no tiene nada que ver con la (corta excursion cervecera),pero no se entrar en el blog de otra forma,espero no te parezca mal.
ResponderBorrarEl otro dia compre en la revista bar&Beer estas cervezas:
Botella 75Cl De Molen Bommen & Granaten y Botella 75Cl De Molen Hel & Verdoemenis
Que te parecen?
Es mejor guardarlas durante un tiempo?
Gracias.
Espero tu respuesta
Anónimo,
ResponderBorrarYo tengo una Hel & Verdoemenis añejando desde principios del año pasado la cual voy a abrir recién el mes que viene para el día de mi cumpleaños. A la otra todavía no la he probado.
Gente que sabe del tema, recomienda, para las cervezas de ese tipo, dejarlas descansar un tiempo. Pero bueno, todo depende de las ganas que tengas, de si podés guardar las botellas en las condiciones adecuadas, etc. Si sabés inglés y tenés ganas, te recomiendo leas este artículo sobre el tema.
Gracias por la información.
ResponderBorrarLas guardare una temporada, no soy impaciente.
Un saludo