Iba a escribir sobre otro tema hoy, algo que seguramente les hubiese encantado. Van a tener que esperar, lo que vi y experimenté en un corto recorrido cervecero el otro día me puso a pensar sobre un par de cosas.
Todo empezó en Valašská pivnice, un boliche relativamente nuevo en Hradčany. Había visto buenos comentarios sobre él y tenía curiosidad por las cervezas que sirven, BON, una fábrica que por algún motivo creí que había desaparecido. El lugar es bastante lindo. Está en un sótano abovedado, bien decorado (me encantaron los muebles), muy acogedor. Encontré una mesa libre y esperé a ser atendido, y esperé y esperé. La camarera paso por mi mesa varias veces y justo cuando me estaba empezando a irritar y listo para irme a la mierda, ella me vio y vino hecha una bola de disculpas. Cuando me trajo la cerveza, todavía se estaba disculpando. Acepté todas sus disculpas con una sonrisa, la piba estaba bastante ocupada corriendo de acá para allá para atender a los turistas rusos. De ahí en más fue fantástica, simpática y muy atenta.
Esto me hizo pensar sobre el servicio en tabernas y lo mucho que se lo critica. Si bien me he encontrado con un buen número de tarados, la verdad es que, en términos generales, estoy satisfecho con la manera que me atienden en la mayoría de las tabernas locales. Es cierto que no soy muy exigente, no espero que los camareros me sonrían, que finjan ser mis amigos o que me pregunten qué tanto me gustó la comida cuando no les podría importar menos; siempre voy a preferir el gruñido auténtico a la sonrisa falsa. Básicamente, lo que quiero es ser tratado con un mínimo de respeto, que me sepan responder a cualquier pregunta razonable y que me traigan mis birras y cualquier otra cosa que pueda llegar a pedir sin demora innecesaria, y eso es lo que recibo en la mayoría de las tabernas. (De más está decir que ayuda mucho evitar tratar a los camareros como si fuesen sirvientes)
Pero bueno, a las cervezas. La rubia Starovalašský Kvasničák estaba servida espantosamente fría y tenía un toquecito acético que no le quedaba del todo bien. Una vez que tomó algo de temperatura, las notas de pan de las maltas pusieron un poco de orden y, si bien nada memorable, la birra terminó siendo bastante buena. La oscura Rubín 14º estaba todavía mejor (y servida a la temperatura correcta). La acidez seguía ahí, pero ahora envuelta en una delgada capa de frutas oscuras. Hubiese sido bastante aburrida si no fuese por las notas de café dulce que llegan corriendo al final. Prefiero las cervezas oscuras con más tostado, pero estaba muy linda y terminé tomando dos.
Me gustó Valašská pivnice. Los precios son más que razonables para la zona (36-38CZK/0.5l de birra) y parece atraer a no solo turistas. Sin duda una buena opción si se está en el barrio.
Cuando me fui, luego de prometerle a la camarera que sí, volvería, bajé por Úvoz hacia Nerudová y U Kocoura. Casi al final de esta calle veo un cartel de Žatec colgando a la entrada de un barcito, bonito el lugar. Me posé en uno de los bancos y pedí una cerveza. No estaba buena, Žatec 11º filtrada y pasteurizada no ha sido jamás una gran cerveza, y esta no estaba muy bien tirada. Le pregunté al barman (que resultó ser el dueño) qué tal le gustaba esta cerveza a la gente, lo cual inició una charla sobre cerveza y bolilches que duró unos cuantos minutos. En síntesis, es un ejemplo de lo que decía el otro día, más y más gente está prefiriendo, o al menos aceptando, marcas regionales. Esto también está ayudando a los hosteleros, el pibe este me dijo que cuando se hizo cargo del lugar, no quiso mantener a Pilsner Urquell porque todos los otros boliches del barrio tenían esa marca. La cerveza no estuvo muy buena, pero la charla sí lo fue, y gracias a ella terminé disfrutando de la cerveza.
Le puse fin a la tarde en U Kocoura, tomando maravillosamente servida Bernard sin filtrar traída a mi mesa por un tío de seño fruncido, pero muy eficiente, en una hospoda que es lo que todas las hospody deberían ser, mientras pensaba en todo lo de arriba y en por qué mierda la gente de Galerie Montanelli cerraron el pasaje a Baráčnická Rychta desde Nerudova.
Na Zdraví!
por esto y otras menudeces, vivir en Praga no tiene precio
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