Los últimos tres meses fueron una locura en lo laboral. No me estoy quejando (bueno, no mucho). Como traductor independiente , estoy casi obligado a aceptar todos los laburos que me sea posible porque nunca sabés cómo va a ser el mes siguiente (en especial ahora en verano), pero esta vez la cosa había llegado a un punto casi exagerado y una parte de mí se alegró al ver que habría una (espero que no demasiado larga) pausa, al menos en lo que respecta a traducciones grandes y pesadas.
Esa pausa empezó hace un par de viernes, cuando terminé y mandé el último par de laburos que tenía. Estaba contento de empezar el primer fin de semana en más de dos meses sin tener que trabajar, pero también estaba muy, muy cansado, mentalmente cansado. Estaba agotado y se me ocurrió que una birra me haría sentir mejor.
Hacía demasiado calor para estar afuera, y la idea de ir al bar con esas temperaturas se veía tan atractiva como una visita al dentista. Agarré una botella de la heladera, la serví con cuidado en mi jarro de cerámica, puse algo de música y las patas en el escritorio, era el momento de relajarse.
No funcionó. Cuando la jarra se vació todavía sentía que mis sesos eran como el motor de un auto chico y medio viejo, con demasiada porquería en el baúl, subiendo una barranca empinada.
“¡Qué mierda!” Me dije y agarré 50CZK de la billetera. La patrona estaba abajo, trabajando con su computadora, cuando le dije “Jdu na pivo”, respondió solamente asintiendo, ni siquiera me dijo que lleve conmigo a Nela o al perro, como es habitual.
Le hice frente al calor—la mayor parte del camino al bar carece de sombra—y arrastré mis pies hasta U Hasičů. Saludé e intercambié un par de palabras con los parroquianos, mientras que paní hospodská tiraba mi desítka con maestría.
Tomé asiento a la sombra de un gran abedul, tomé lentamente mi cerveza mientras dejaba que mis pensamientos se alejen, sin prestarle atención a mucho más que al susurro de las hojas en el viento. El procedimiento fue repetido para la siguiente cerveza, luego de lo cual saqué la moneda de 50CZK del bolsillo, pagué y volví a casa.
No fue sino hasta que eataba casi a la vuelta de la esquina que me di cuenta que mis pies ya no se arrastraban. Me sentía más liviano, tanto en cuerpo como en mente, con ganas de preparar algo rico para la cena, esperando que mi hija tenga ganas de ayudarme.
Un par de birras en el bar. Probalo algún día, puede hacer maravillas.
Na Zdraví!
Es como conkistar el fururo sin ir en contra de nadie.
ResponderBorrarMola.
No me pone los pelos de punta, pero mola.
Soy Alex
GLOPS
Yo trabajo hasta tarde en pleno centro porteño, así que suelo cenar por ahí antes de volver a casa. Los días estresantes suelo siempre elegir algún bar cervecero de mis favoritos, No soy la misma persona después de un par de pintas, definitivamente.
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