Los que me conocen saben que me gusta comer, y me gusta comer bien. Sin embargo, no suelo visitar restaurantes de lujo. Por un lado es porque mis finanzas realmente no me lo permiten, por otro, es que, la verdad, no le veo mucho sentido a pagar por un primer plato el precio de una buena cena, con buena y abundante cerveza, en una buena hospoda en Praga. Ahora, si alguien invita, la cosa es distinta. El otro día, los representates de una empresa multinacional que es proveedora de la empresa de mi mujer estuvieron en Praga y, como corresponde en empresas grandes, invitaron a sus business partners a cenar a un buen restaurant, en este caso, insistieron en que yo tambien fuese (no sé, a lo mejor querían darle un toque exótico a la velada). El restaurant elegido, Modrá Rúže (La Rosa Azul), un restaurant de lujo en serio. Muy íntimo, muy lindo, chico y muy muy caro. No voy a entrar en detalles de lo que comimos todos, yo, me deleité con una entrada de langostinos grillados, plato principal d
Una exploración de la más divina de las bebidas