Este es un viaje que hicimos con mi mujer el año pasado, que nos gustaria hacer de nuevo sino este año, el año que viene.
Moravia es la principal región vitivinícola de Chequia, y como toda región vitivinícola celebran su vendimia. En realidad son varias, cada cuidad tiene la suya, así que hay festivales todos los fines de semana desde principios de septiembre hasta algún momento de octubre.
Tenemos unos amigos que viven en un pequeño pueblo no muy lejos de Brno. Una pareja que hace vino casero. Nos invitaron a pasar un fin de semana con ellos para así visitar un par de festivales y saborear algo de bůrčak y vinos caseros.
Los moravos son totalmente distintos a los praguenses, más efusivos, fogosos y tradicionalistas que sus semi-compatriotas de la capital. Son también gente muy generosa y amigable.
Luego de una tortuosa experiencia en el tráfico del viernes en la autopista D1, llegamos a nuestro destino algo más tarde de lo que habíamos planeado. Nuestro amigos, los Furch, no tuvieron problema, no estaban esperando con comida caliente y bůrčak fresco. Luego de la cena, a la bodega que se encuentra enterrada en el jardín. Allí es donde elaboran sus vinos y, como no era de otro modo, empezamos a degustar las diferentes variedades que hacen. Son vinos jóvenes todos ellos, el más añejado tenía sólo dos años, pero sin embargo bastante buenos y bien frescos. Acompañamos todo con buen pan casero, quesos y ahumados y verduras del jardín. Luego de dar un par de vueltas por la lista. Volvimos a la casa a tomar más vino. Pronto apareció el slivovice, también casero, y la velada siguió hasta altas horas de la noche.
Con cierta dificultad nos levantamos a la mañana anterior para desayunar algo bien grasoso y arrancar.
Primera parada, Bůrčak Fest en Hustopeče, una cuidad pequeña no lejos. Tomamos un par de copas, dimos un par de vueltas, compramos un par de pavadas y comimos un poco del riquísimo jamon ahumado a la leña que allí se servía. No nos pudimos quedar más tiempo porque nos esperaba Valtice.
Era justo la fiesta de la Vendimia en la plaza principal de la cuidad. Una de las principales, junto con Mikulov y Znojmo, en la industria del vino.
Había bastante gente en la plaza, pero lo que más me llamó la atención fue cuántos de ellos, de todas las edades, llevaban trajes típicos. Los trajes típicos moravos son muy elaborados y bastante lindos, en especial cuando se ve mucha gente llevándolos. Y no eran todos grupos de baile o de teatro, muchos eran los que tenían puesto un traje típico porque esa es la costumbre. Entre ellos había algunos que recorrían la multitud con largas pipetas de vidrio llenas de bůrčak y llenando vasos.
El punto culminante de la fiesta, luego de sendos discursos de la alcaldesa y el director de la Universidad del Vino (no es invento, existe), son la presentación simbólica del primer racimo de la temporada, seguido por la carroza de Baco y sus ménadas que pasan repartiendo alegría.
De allí nos fuimos a visitar las bodegas Valtice, unas de las más grandes del país. Nada del otro mundo, ni una copita para degustar los amarretes. Hicimos una pausa para tomar un café y nos fuimos a lo que nos había realmente traido a esta cuidad tan bonita.
Cada año en el barroco Zámek Valtice se lleva a cabo el Salón del Vino Valtice, donde durante varios meses se exponen los 100 mejores vinos de Chequia y uno los puede probar todos. Basta con pagar 350Kc tomar la copa y la canastita con pan y bajar al sótano. Allí no encontraremos ni promotoras, ni folletos, ni stands, en síntesis nada que nos distraiga del vino. Las paredes del largo sótano abovedado están alineadas con racks llenos de botellas de vino interrumpidos por toneles parados que hacen las veces de mesa, sobre los cuales se encuentran botellas abiertas. Cada vino tiene un número y encima de cada rack hay una placa blanca con toda la información técnica del vino, cosecha, acidez, niveles de azúcar, tonelaje de la cosecha, litros producidos, y precio por botella. Todo está ordenado por varietales, así que uno puede compararlos. Es una experiencia etílica muy educativa, más si se va con gente que de vinos sabe mucho como nuestros amigos. Debo haber probado unos 60 vinos distintos. No tenía mi anotador, así que no me acuerdo exactamente cuál fue el vino que más me gustó, sólo que era un tramín červené, un varietal blanco muy típico de aquí, que me partió la cabeza. Pensé en comprar una botella pero las 1200Kc que querían por una de las 700 botellas que se habían producido, me lo hizo pensar mejor. El veredicto general fue que los vinos blancos checos son mucho mejores que los tintos (según Furch, las condiciones del terroir son más adecuadas para los blancos que para los tintos) y algunos pueden ser excelentes.
La cosa no terminó ahi. Volvimos, picamos algo y fuimos al cumpleaños de un pariente de los Furch al que estábamos invitados. Nos esperábamos un pequeño evento familiar, pero estábamos en Moravia y la cosa era una fiesta con todo. Fuimos recibidos con vasos de vino casero, abrazos y besos, como si fuesemos viejos amigos. Se imaginan mi estado al día siguiente, lamentable, pero muy contento.
Si están en Chequia y quieren experimentar algo distinto, les recomiendo de corazón que vayan a alguna fiesta popular en Moravia, no se van a arrepentir.
Moravia es la principal región vitivinícola de Chequia, y como toda región vitivinícola celebran su vendimia. En realidad son varias, cada cuidad tiene la suya, así que hay festivales todos los fines de semana desde principios de septiembre hasta algún momento de octubre.
Tenemos unos amigos que viven en un pequeño pueblo no muy lejos de Brno. Una pareja que hace vino casero. Nos invitaron a pasar un fin de semana con ellos para así visitar un par de festivales y saborear algo de bůrčak y vinos caseros.
Los moravos son totalmente distintos a los praguenses, más efusivos, fogosos y tradicionalistas que sus semi-compatriotas de la capital. Son también gente muy generosa y amigable.
Luego de una tortuosa experiencia en el tráfico del viernes en la autopista D1, llegamos a nuestro destino algo más tarde de lo que habíamos planeado. Nuestro amigos, los Furch, no tuvieron problema, no estaban esperando con comida caliente y bůrčak fresco. Luego de la cena, a la bodega que se encuentra enterrada en el jardín. Allí es donde elaboran sus vinos y, como no era de otro modo, empezamos a degustar las diferentes variedades que hacen. Son vinos jóvenes todos ellos, el más añejado tenía sólo dos años, pero sin embargo bastante buenos y bien frescos. Acompañamos todo con buen pan casero, quesos y ahumados y verduras del jardín. Luego de dar un par de vueltas por la lista. Volvimos a la casa a tomar más vino. Pronto apareció el slivovice, también casero, y la velada siguió hasta altas horas de la noche.
Con cierta dificultad nos levantamos a la mañana anterior para desayunar algo bien grasoso y arrancar.
Primera parada, Bůrčak Fest en Hustopeče, una cuidad pequeña no lejos. Tomamos un par de copas, dimos un par de vueltas, compramos un par de pavadas y comimos un poco del riquísimo jamon ahumado a la leña que allí se servía. No nos pudimos quedar más tiempo porque nos esperaba Valtice.
Era justo la fiesta de la Vendimia en la plaza principal de la cuidad. Una de las principales, junto con Mikulov y Znojmo, en la industria del vino.
Había bastante gente en la plaza, pero lo que más me llamó la atención fue cuántos de ellos, de todas las edades, llevaban trajes típicos. Los trajes típicos moravos son muy elaborados y bastante lindos, en especial cuando se ve mucha gente llevándolos. Y no eran todos grupos de baile o de teatro, muchos eran los que tenían puesto un traje típico porque esa es la costumbre. Entre ellos había algunos que recorrían la multitud con largas pipetas de vidrio llenas de bůrčak y llenando vasos.
El punto culminante de la fiesta, luego de sendos discursos de la alcaldesa y el director de la Universidad del Vino (no es invento, existe), son la presentación simbólica del primer racimo de la temporada, seguido por la carroza de Baco y sus ménadas que pasan repartiendo alegría.
De allí nos fuimos a visitar las bodegas Valtice, unas de las más grandes del país. Nada del otro mundo, ni una copita para degustar los amarretes. Hicimos una pausa para tomar un café y nos fuimos a lo que nos había realmente traido a esta cuidad tan bonita.
Cada año en el barroco Zámek Valtice se lleva a cabo el Salón del Vino Valtice, donde durante varios meses se exponen los 100 mejores vinos de Chequia y uno los puede probar todos. Basta con pagar 350Kc tomar la copa y la canastita con pan y bajar al sótano. Allí no encontraremos ni promotoras, ni folletos, ni stands, en síntesis nada que nos distraiga del vino. Las paredes del largo sótano abovedado están alineadas con racks llenos de botellas de vino interrumpidos por toneles parados que hacen las veces de mesa, sobre los cuales se encuentran botellas abiertas. Cada vino tiene un número y encima de cada rack hay una placa blanca con toda la información técnica del vino, cosecha, acidez, niveles de azúcar, tonelaje de la cosecha, litros producidos, y precio por botella. Todo está ordenado por varietales, así que uno puede compararlos. Es una experiencia etílica muy educativa, más si se va con gente que de vinos sabe mucho como nuestros amigos. Debo haber probado unos 60 vinos distintos. No tenía mi anotador, así que no me acuerdo exactamente cuál fue el vino que más me gustó, sólo que era un tramín červené, un varietal blanco muy típico de aquí, que me partió la cabeza. Pensé en comprar una botella pero las 1200Kc que querían por una de las 700 botellas que se habían producido, me lo hizo pensar mejor. El veredicto general fue que los vinos blancos checos son mucho mejores que los tintos (según Furch, las condiciones del terroir son más adecuadas para los blancos que para los tintos) y algunos pueden ser excelentes.
La cosa no terminó ahi. Volvimos, picamos algo y fuimos al cumpleaños de un pariente de los Furch al que estábamos invitados. Nos esperábamos un pequeño evento familiar, pero estábamos en Moravia y la cosa era una fiesta con todo. Fuimos recibidos con vasos de vino casero, abrazos y besos, como si fuesemos viejos amigos. Se imaginan mi estado al día siguiente, lamentable, pero muy contento.
Si están en Chequia y quieren experimentar algo distinto, les recomiendo de corazón que vayan a alguna fiesta popular en Moravia, no se van a arrepentir.
Que bonito poder ver todas esas cosas, muy parecidas a las que me cuenta mi polola cuando fue a croacia y eslovenia. Me dan unas ganas tremendas de ir.
ResponderBorrarIncreíble lo de los trajes, estaban TODOS vestidos así, la foto de la niñita está espectacular, como para la National Geographic.
De vinos de Rep. Checa no había escuchado mucho. ¿Hay alguna ruta del vino o algo por el estilo?...o visitas a viñas (supongo que no muchas porque si fuiste a esa viña que contaste y no te dieron nada...verdaderamente amarretes!).
Perdona que escriba denuevo, pero que manera de gozar con los comentarios sobre el día siguiente. En vez de resumir todo lo que se hizo en una noche, mejor decir: cómo nos costó levantarnos, o como habrá estado la cabeza al día siguiente. A mi parecer, vale la pena.
ResponderBorrarMuy interesante. Eso del burcak es muy interesante, según leí en otra entrada.
ResponderBorrarcatador
ResponderBorrarNo hace falta disculparse, acá se puede escribir todo lo que uno quiera.
No estaban todos vestidos con trajes típicos, yo estaba en un rincón donde había gente vestida así, pero entre la multitud había varios con sus trajes típicos. La verdad que le daba una atmósfera muy particular al evento.
Acá más que ir a visitar grandes bodegas se usa ir un fin de semana a una bodega chica, con cena, música, degustación y más vino, claro. Es algo muy lindo y distinto a lo que se puede hacer acá en Praga.
Las grandes bodegas son iguales en todos lados, viste una y las viste todas....
Gerardo,
Por lo que me han dicho, lo más parecido al bůrčak en argentina es el vino patero, que debo admitir nunca tomé así que no puedo comparar. Y es algo muy rico....