Todos los residentes extranjeron que ya llevan viviendo varios años en Praga han tenido que pasar por ahí. En los tribunales cerca de la estación de metro Pražkého Povstaní es a donde hemos tenido que ir más de una vez a buscar el certificado de antecedentes policiales, un trámite sorpresivamente rápido, barato y simple cuyo resultado es inmediato, nos vamos con el papel que vinimos a buscar en la mano.
Puede que muchos hayan ido cerca del mediodía y hayan sentido hambre. Varios habrán notado Táborka al otro lado del túnel del tranvía. Seguramente son pocos los que allí se aventuraron.
Yo fui uno de ellos. A Táborka lo conozco desde aquel día que fui por primera vez al barrio. Un bolichón que en la hora del almuerzo estaba lleno de gente que trabajaba en la zona. Comida barata, sabrosa y más que decente, regada con buena cerveza del pivovar Nymburk.
En esos primeros meses solía ir seguido porque tenía un alumno en una de las oficinas cercanas, pero hacía ya mucho que no iba y casi que me había olvidado de su existencia. Lo vi de nuevo cuando fui a presentar mi declaración de impuestos y decidí que tenía que volver, la excusa, algo de nostalgia y poder degustar Postrižinské Pivo en uno de los pocos lugares donde se consigue en Praga.
Era poco después de las doce, me sorprendió (y no gratamente) ver el lúgar casi vacío. Los únicos clientes eran un trío de ucranianos que seguramente habían estado en los tribunales. Tomé una mesa al fondo del salón y noté que el restaurant había cambiado, varias de las mesas habían sido remplazadas por una mesa de billar en dudoso estado y un par de máquinas tragamonedas. La única decoración en las paredes son fotogramas de la película Postrižini(*). Todo esto, junto con el mobiliario barato le daba al lugar una atmósfera extraña.
Pero ya estaba allí, así que decidí quedarme. Pronto vino una camarera muy simpática con el menú del día. Le pedí una jedenatcká světlé (rubia 11°) y el guláš, sin demasiadas esperanzas de poder disfrutar un buen almuerzo. Estaba preparándome para lo peor.
Mi humor cambió con la primera sorpresa, la cerveza. Había estado esperando algo con mucho gas y nada de sabor, lo que recibí fue totalmente lo contrario. Para los checos, tirar cervezas es casi una forma de arte. Este pul litr de Nymburk 11° era un excelente ejemplo. Nada de gas, una espuma densa y esponjosa que todavía estaba allí cuando terminé el vaso. En cuerpo aterciopelado que realmente acariciaba el paladar. Temperatura perfecta, la tomé en dos o tres tragos. En cuanto a sabor y aroma. Nada espectacular, sentí algo de manzanas y cereales en los aromas con una muy suave salvia en el fondo. Podría decir lo mismo de los sabores, todo suave, pero muy buen equilibrado, muy refrescante.
Me pedí otro vaso cuando me trajeron el guláš, que fue la segunda sorpresa. Había estado esperando una salsa aguada y con sabores fantasmagóricos, con carne dura y fibrosa. Lo que había en el plato era una maravilla de la cocina hospoda. Un balance perfecto entre agrio, dulce y picante, salsa con un espesor casi justo. Carne tierna y sabrosa. Limpié el plato en medio minuto. Ne llegó al nivel de aquel que comí en Chýně, pero no se quedó lejos. Quizás tendría que haber pedido una tmavé para acompañar, pero no me dio demasiado tiempo para detenerme a tomar la cerveza.
Para el lugar, los precios me parecieron un poco elevados. 23CZK por la cerveza, cuando en Bašta, a unos 300m su cerveza artesanal cuesta 25CZK, o en el cercano U Klokočníka tienen la Kácov a 15CZK. Lo mismo podría decir del guláš, muy bueno, pero caro para lo que es el lugar.
No termino de decidirme si me gustó. La comida y la cerveza sí que estuvieron muy buenas, pero nunca me sentí cómodo en el lugar, seguramente no iría a la tarde o noche. Podría volver a almorzar solamente si tienen el guláš y podría parar a tomarme una pivo rápida si estoy por el barrio.
Táborka
Táborská 787/3
140 00 Praha-Nusle
Tel.: +420 261 222 292
(*)Postřižiny (Tijeretazos), es una comedia del director checo Jiří Menzel, basada en escritos de Bohumil Hrabal. Trascurre en un pueblo durante los años de la Primera República Checoslovaca (1918-1938). Los personajes principales son el inspector de calidad del pivovar local y su esposa, secundados por toda una simpática galería de gente del pueblo. Es una perlícula hermosa que muestra un lado interesante de la cultura cervecera checa. Ah! Y aquel hombre al verla que no se enamore Maryška, la protagonista, esta hecho de piedra o se tendría que empezar a cuestionar su sexualidad.
Puede que muchos hayan ido cerca del mediodía y hayan sentido hambre. Varios habrán notado Táborka al otro lado del túnel del tranvía. Seguramente son pocos los que allí se aventuraron.
Yo fui uno de ellos. A Táborka lo conozco desde aquel día que fui por primera vez al barrio. Un bolichón que en la hora del almuerzo estaba lleno de gente que trabajaba en la zona. Comida barata, sabrosa y más que decente, regada con buena cerveza del pivovar Nymburk.
En esos primeros meses solía ir seguido porque tenía un alumno en una de las oficinas cercanas, pero hacía ya mucho que no iba y casi que me había olvidado de su existencia. Lo vi de nuevo cuando fui a presentar mi declaración de impuestos y decidí que tenía que volver, la excusa, algo de nostalgia y poder degustar Postrižinské Pivo en uno de los pocos lugares donde se consigue en Praga.
Era poco después de las doce, me sorprendió (y no gratamente) ver el lúgar casi vacío. Los únicos clientes eran un trío de ucranianos que seguramente habían estado en los tribunales. Tomé una mesa al fondo del salón y noté que el restaurant había cambiado, varias de las mesas habían sido remplazadas por una mesa de billar en dudoso estado y un par de máquinas tragamonedas. La única decoración en las paredes son fotogramas de la película Postrižini(*). Todo esto, junto con el mobiliario barato le daba al lugar una atmósfera extraña.
Pero ya estaba allí, así que decidí quedarme. Pronto vino una camarera muy simpática con el menú del día. Le pedí una jedenatcká světlé (rubia 11°) y el guláš, sin demasiadas esperanzas de poder disfrutar un buen almuerzo. Estaba preparándome para lo peor.
Mi humor cambió con la primera sorpresa, la cerveza. Había estado esperando algo con mucho gas y nada de sabor, lo que recibí fue totalmente lo contrario. Para los checos, tirar cervezas es casi una forma de arte. Este pul litr de Nymburk 11° era un excelente ejemplo. Nada de gas, una espuma densa y esponjosa que todavía estaba allí cuando terminé el vaso. En cuerpo aterciopelado que realmente acariciaba el paladar. Temperatura perfecta, la tomé en dos o tres tragos. En cuanto a sabor y aroma. Nada espectacular, sentí algo de manzanas y cereales en los aromas con una muy suave salvia en el fondo. Podría decir lo mismo de los sabores, todo suave, pero muy buen equilibrado, muy refrescante.
Me pedí otro vaso cuando me trajeron el guláš, que fue la segunda sorpresa. Había estado esperando una salsa aguada y con sabores fantasmagóricos, con carne dura y fibrosa. Lo que había en el plato era una maravilla de la cocina hospoda. Un balance perfecto entre agrio, dulce y picante, salsa con un espesor casi justo. Carne tierna y sabrosa. Limpié el plato en medio minuto. Ne llegó al nivel de aquel que comí en Chýně, pero no se quedó lejos. Quizás tendría que haber pedido una tmavé para acompañar, pero no me dio demasiado tiempo para detenerme a tomar la cerveza.
Para el lugar, los precios me parecieron un poco elevados. 23CZK por la cerveza, cuando en Bašta, a unos 300m su cerveza artesanal cuesta 25CZK, o en el cercano U Klokočníka tienen la Kácov a 15CZK. Lo mismo podría decir del guláš, muy bueno, pero caro para lo que es el lugar.
No termino de decidirme si me gustó. La comida y la cerveza sí que estuvieron muy buenas, pero nunca me sentí cómodo en el lugar, seguramente no iría a la tarde o noche. Podría volver a almorzar solamente si tienen el guláš y podría parar a tomarme una pivo rápida si estoy por el barrio.
Táborka
Táborská 787/3
140 00 Praha-Nusle
Tel.: +420 261 222 292
(*)Postřižiny (Tijeretazos), es una comedia del director checo Jiří Menzel, basada en escritos de Bohumil Hrabal. Trascurre en un pueblo durante los años de la Primera República Checoslovaca (1918-1938). Los personajes principales son el inspector de calidad del pivovar local y su esposa, secundados por toda una simpática galería de gente del pueblo. Es una perlícula hermosa que muestra un lado interesante de la cultura cervecera checa. Ah! Y aquel hombre al verla que no se enamore Maryška, la protagonista, esta hecho de piedra o se tendría que empezar a cuestionar su sexualidad.
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