Para variar, parecía que el pronóstico del tiempo esta vez sí la iba a pegar, el miércoles (feriado nacional aquí) prometía ser un día demasiado lindo para quedarse en casa y mi mujer pensó que podríamos ir de paseo. La idea era encontrar un lugar que no esté a más de una hora en auto, donde se pueda ir con nuestra hija y en donde todavía no hayamos estado. El casitllo Kokořín cumplía con todas esas condiciones.
Una vez que se sale de Mělnik y se empiezan a seguir los carteles marrones que indican el camino al castillo, la ruta se vuelve preciosa. Se adentra en bosques, que en realidad son casi una jungla, luego aparecen formaciones rocosas que son producto casi de leyendas eslavas y en el medio de todo, un par de pueblitos con muy lindas casas.
Como era de esperarse para un feriado como este, el estacionamiento del castillo estaba casi lleno. Luego de dejar el auto nos quedaba todavía una subida a pie de un par de kilómetros, buen ejercicio.
El castillo en sí está en medio del bosque, en la cima de la colina y su torre aparece cuando uno casi ha perdido la esperanza de llegar a él. Es pequeño, pero muy bonito. Dimos un par de vueltas, admiramos la impresionante vista desde una de sus torres y emprendimos el camino cuesta abajo. Mi hija había subido caminando y en el camino de vuelta la tuve que llevar en brazos. Esto, junto con el calor y la hora, hizo que para cuando llegamos al estacionamiento estemos con mucha hambre y sed. Mucha sed, yo, con gusto hubiese tomado hasta una Staropramen, les juro.
Justo detrás del estacionamiento había un restaurante/terraza de muy linda pinta. Fuimos derecho. Encontramos una mesa adentro, hacía demasiado calor para estar en el sol.
No sé el nombre del lugar, me lo olvidé, pensé que lo podría encontrar en Internet, pero no fue así (tampoco busqué demsiado a fondo). Sea cual sea el nombre, me sorprendió la cerveza que estaban siriviendo. Además de la Urquell que prometían las sombrillas, tenían Podkováň, una cervecería que apenas hace un mes reabrió luego de tres años. ¡Y a 21CZK el medio litro de 11º! ¡Y qué rica estaba! (y no solo la primera).
El menú del día solamente ofrecía comida demasiado pesada para el clima, así que nos pedimos solamente una sopa. Menos mal. Las sopas estaban buenísimas, pero el servicio era de terror, y no por culpa de los cuatro camarer@s que de muy buen modo hacían lo que podían. No soy ningún gurú de la hostelería, pero no hace falta tener mucha experiencia en el ramo para darse cuenta que quien sea que esté a cargo de ese lugar no tiene la más pálida idea de cómo administrar el personal. Todos los camarer@s estaban atendiendo todas las mesas. El resultado, confusión. Tres veces nos vinieron a preguntar si ya habíamos pedido, una vez nos quisieron traer la comida de otra mesa, tuvimos que esperar más de 15 minutos para que nos traigan las sopas (que ya están listas y solo se tiene que servir en los platos), cuando pedí la segunda cerveza, luego de casi diez minutos, en lugar de Podkováň, me trajeron Urquell (por suerte me cobraron por lo que había pedido y no las 33CZK que salía la otra) y si hubiésemos pedido algo más sólido, a lo mejor todavía estaríamos esperando. Una lástima de verdad, porque el lugar, la comida y la cerveza estaban en serio estaban bien.
Terminadas las sopas, decidimos ir hasta Kokořínský Důl. Cuando lo pasamos con el auto habíamos visto un par de lugares para sentarse a comer que nos habíam parecido muy lindos.
Estacionamos frente al de aspecto más antiguo. Como el anterior, en la terraza habían sombrillas del Pilsner Urquell, acompañadas aquí por un cartel de Krušovice. Lo que me encontré fue con otra sopresa cervecera, ¡otra vez Podkováň! y también al mismo precio. De hecho, el nombre de la hospoda es Podkováňská Pivnice U Grobiána y era realmente linda, tanto adentro como afuera.
El servicio aquí era un poco mejor que en boliche de antes y con mi mujer nos pedimos sendos smažáky (queso frito, en este caso, Hermelín), que estaban realmente geniales. Mi niña, mientras tanto, muy astutamente me llevó de la mano hacia adentro de la hospoda y casi sin quererlo y con su sonrisita picarona, fue despacito al freezer de los helados. Díganme ustedes, ¿qué otra alternativa queda más que volver a la terraza con un helado de chocolate en la mano?
Luego de la segunda birra me di cuenta de lo lindo que debe ser vivir, o al menos tener una casa de fin de semana en Kokořínský Důl. Es un pequeño paraíso cervecero. Tres pubs y ninguno de ellos vende las grandes marcas, además de Podkováň, había uno que vendía Bernard y otro que vendía Svijany, y como si esto no fuera poco, ¡U Grobiána los fines de semana abre a las 9! Ya casi que me podía imaginar levantarme, poner a hacer el desayuno despacio y llevar mi džbán para que me lo llenen con exquisita birra.
Después de comer y tomar muy bien, fuimos a pasear un poquito más. Nos quedó mucho por ver en la zona, así que tenemos una excelente excusa para volver. Seguro que va a valer la pena.
Na Zdraví!
Una vez que se sale de Mělnik y se empiezan a seguir los carteles marrones que indican el camino al castillo, la ruta se vuelve preciosa. Se adentra en bosques, que en realidad son casi una jungla, luego aparecen formaciones rocosas que son producto casi de leyendas eslavas y en el medio de todo, un par de pueblitos con muy lindas casas.
Como era de esperarse para un feriado como este, el estacionamiento del castillo estaba casi lleno. Luego de dejar el auto nos quedaba todavía una subida a pie de un par de kilómetros, buen ejercicio.
El castillo en sí está en medio del bosque, en la cima de la colina y su torre aparece cuando uno casi ha perdido la esperanza de llegar a él. Es pequeño, pero muy bonito. Dimos un par de vueltas, admiramos la impresionante vista desde una de sus torres y emprendimos el camino cuesta abajo. Mi hija había subido caminando y en el camino de vuelta la tuve que llevar en brazos. Esto, junto con el calor y la hora, hizo que para cuando llegamos al estacionamiento estemos con mucha hambre y sed. Mucha sed, yo, con gusto hubiese tomado hasta una Staropramen, les juro.
Justo detrás del estacionamiento había un restaurante/terraza de muy linda pinta. Fuimos derecho. Encontramos una mesa adentro, hacía demasiado calor para estar en el sol.
No sé el nombre del lugar, me lo olvidé, pensé que lo podría encontrar en Internet, pero no fue así (tampoco busqué demsiado a fondo). Sea cual sea el nombre, me sorprendió la cerveza que estaban siriviendo. Además de la Urquell que prometían las sombrillas, tenían Podkováň, una cervecería que apenas hace un mes reabrió luego de tres años. ¡Y a 21CZK el medio litro de 11º! ¡Y qué rica estaba! (y no solo la primera).
El menú del día solamente ofrecía comida demasiado pesada para el clima, así que nos pedimos solamente una sopa. Menos mal. Las sopas estaban buenísimas, pero el servicio era de terror, y no por culpa de los cuatro camarer@s que de muy buen modo hacían lo que podían. No soy ningún gurú de la hostelería, pero no hace falta tener mucha experiencia en el ramo para darse cuenta que quien sea que esté a cargo de ese lugar no tiene la más pálida idea de cómo administrar el personal. Todos los camarer@s estaban atendiendo todas las mesas. El resultado, confusión. Tres veces nos vinieron a preguntar si ya habíamos pedido, una vez nos quisieron traer la comida de otra mesa, tuvimos que esperar más de 15 minutos para que nos traigan las sopas (que ya están listas y solo se tiene que servir en los platos), cuando pedí la segunda cerveza, luego de casi diez minutos, en lugar de Podkováň, me trajeron Urquell (por suerte me cobraron por lo que había pedido y no las 33CZK que salía la otra) y si hubiésemos pedido algo más sólido, a lo mejor todavía estaríamos esperando. Una lástima de verdad, porque el lugar, la comida y la cerveza estaban en serio estaban bien.
Terminadas las sopas, decidimos ir hasta Kokořínský Důl. Cuando lo pasamos con el auto habíamos visto un par de lugares para sentarse a comer que nos habíam parecido muy lindos.
Estacionamos frente al de aspecto más antiguo. Como el anterior, en la terraza habían sombrillas del Pilsner Urquell, acompañadas aquí por un cartel de Krušovice. Lo que me encontré fue con otra sopresa cervecera, ¡otra vez Podkováň! y también al mismo precio. De hecho, el nombre de la hospoda es Podkováňská Pivnice U Grobiána y era realmente linda, tanto adentro como afuera.
El servicio aquí era un poco mejor que en boliche de antes y con mi mujer nos pedimos sendos smažáky (queso frito, en este caso, Hermelín), que estaban realmente geniales. Mi niña, mientras tanto, muy astutamente me llevó de la mano hacia adentro de la hospoda y casi sin quererlo y con su sonrisita picarona, fue despacito al freezer de los helados. Díganme ustedes, ¿qué otra alternativa queda más que volver a la terraza con un helado de chocolate en la mano?
Luego de la segunda birra me di cuenta de lo lindo que debe ser vivir, o al menos tener una casa de fin de semana en Kokořínský Důl. Es un pequeño paraíso cervecero. Tres pubs y ninguno de ellos vende las grandes marcas, además de Podkováň, había uno que vendía Bernard y otro que vendía Svijany, y como si esto no fuera poco, ¡U Grobiána los fines de semana abre a las 9! Ya casi que me podía imaginar levantarme, poner a hacer el desayuno despacio y llevar mi džbán para que me lo llenen con exquisita birra.
Después de comer y tomar muy bien, fuimos a pasear un poquito más. Nos quedó mucho por ver en la zona, así que tenemos una excelente excusa para volver. Seguro que va a valer la pena.
Na Zdraví!
saludos desde aqui y como crecio la purreta
ResponderBorraromar
Ojala acá las excursiones fueran algo
ResponderBorrarparecidas ! jajaja
tiene pinta esa comida con la cervecita
cheers!
Realmente te envidio sanamente,no tanto por la cerveza,sino por estar en chequia,tengo ahi un nieto al que hace mucho pero... mucho que no lo veo y lo extraño enormemente. Suerte.
ResponderBorrarBabicka Ñoñy