Nunca he probado las cervezas de la micro argentina Finn, no tengo la más pálida idea de cómo son, pero ya se han ganado mi respeto. El otro día, en su página de Facebook colgaron una foto para anunciar que habían tirado 120 botellas de cerveza a los caños por no estar conformes con la calidad del producto.
Este es el tipo de profesionalismo, respeto por el oficio y, principalmente, por el consumidor, que muchos les estamos exigiendo a todas las micros (y no tan micros). Sí, sí, Finn no son los únicos que (desafortunadamente para ellos) de tanto en tanto se ven obligados a tomar medidas como esta, he oído de varios otros. Pero lamentablemente, hay todavía muchos que prefieren hacer las cosas de otra manera y no tienen ningún problema en llevar a un festival una cerveza mal hecha o vender cerveza contaminada en su propio brewpub o, como me han contado, poner un año y medio de caducidad a un producto que a los seis meses ya va estar casi intomable. A nadie le gusta ver como todo un día de trabajo (y no poco dinero invertido) se van por los caños, pero es algo que le pasa hasta a los mejores, en especial cuando se trata de partidas chicas con equipos y procesos no del todo refinados o luego de expandir capacidades, pero al largo plazo es algo termina dando más réditos.
Espero que ni Finn ni nadie tengan que volver tomar una medida similar, pero también sería lindo enterarse de cuando otros lo hacen, quiero saber de más elaboradores que priorizan el respeto por el consumidor a la ganancia a corto plazo para demostrarle a todos esos chantas y ladrones y falsos artesanos cómo es que deben hacerse las cosas.
Na Zdraví!
Comentarios
Publicar un comentario