El otro día, un artículo en The Guardian titulado Limited-edition beer: fool's gold? (Cerveza de edición limitada: ¿el oro de los tontos?) causó un poco de revuelo. Alan comentó al respecto, al igual que varios otros a través de diferentes canales – algunos coincidiendo con el autor, otros no.
Ya saben ustedes cuál es mi posición al respecto. Me gusta vivir en un mundo en donde los empresarios que producen algo tan poco esencial como la cerveza puedan fijar el precio que se les ocurra por su producto; queda en mí, el consumidor, decidir si lo voy a comprar o no, porque en realidad no se trata del precio, sino del valor, y el valor as algo tan subjetivo como gusto. Si alguien tiene ganas de pagar un ojo de la cara por una cerveza de edición limitada, difícil de conseguir, incluso cuando pueden comprar otra de calidad comparable, quizás disponible durante todo el año, vendida a una fracción del precio, es su elección y no tengo nada en contra de ello.
Pero al mismo tiempo, sí me molesta ver los artilugios que algunos productores usan para inflar los precios sin ofrecer a cambio un valor proporcional: envases pitucos para cervezas del montón, colaboraciones que en realidad no aportan nada nuevo, falsas recreaciones históricas, el uso de ingredientes exóticos y muy caros que, al contar la cantidad usada en el volumen de cerveza elaborado con ellos, uno termina con apenas unos pocos miligramos en cada botella, y escasez prefrabricada – ya saben de lo que hablo, esas cervezas de edición limitada, partida única y otras cosas difíciles de conseguir, que para mí son el peor de los engañapichangas. Salvo contadas y notables excepciones, no hay nada en la actualidad, además del marketing y el oportunismo, nada que realmente pueda justificar esa escasez y los precios inflados que suelen acompañarla. Pero una vez más, todo lo que puedo hacer es encogerme de hombros, hay gente que encuentra valor en ello, es su dinero. A esas cervezas puedo ignorarlas o, si llaman mi atención, y son para mí nuevas, simplemente aplico este principio para poder tener una buena idea de antemano si comprarlas será dinero bien gastado o no.
Lo que por otro lado me resulta muy interesante es ver cómo gente que aparentemente sabe no sólo es engañada por esos trucos, sino que también los celebra (todos hemos sido culpables de ello en algún momento u otro, creo). Internet nos ha convencido que esas cervezas son grandes cervezas, las mejores del mundo, creando en algunas personas un deseo casi automático de tenerlas, cazarlas, como si su reputación de conocedores dependiese de poder componerles notas de cata.
Algunos de los comentarios, o mejor dicho, quejas, luego de la edición de este año del Barcelona Beer Festival dan buen ejemplo de esto. Antes del evento los organizadores publicaron la lista de las cervezas que tenían preparadas, algunas de las cuales caían en la categoría consideradas-grandes-pero-pocas-veces vista (al menos en España). Esto motivó a algunas personas a trazar detallados planes de intoxicación antes de ir al festival. Cuando esos planes no pudieron ser cumplidos (aparentemente algunas de las cervezas ni siquiera fueron pinchadas) esta gente se quedó un tanto descontenta, algunos hasta llegaron a admitir que su razón principal para ir al festival fue la promesa de esas cervezas.
Sí, entendieron bien. El motivo principal de esta gente para viajar a otra ciudad, gastar dinero en alojamiento, comida y demás no fue la posibilidad de pasar un par de días agradables, tomando buena cerveza en buena compañía. No, fueron porque querían cazar un puñado de cervezas que necesitaban probar. ¿Qué habría pasado si hubiesen pinchado una o más de esas cervezas sobre el final del día, cuando ellos estaban ya física y sensorialmente cansados y, probablemente, al menos un poquitín mamados? Por supuesto habrían corrido al bar a comprar un vaso de cada una. ¿Habrían sido capaces de apreciarlas en toda su grandeza? Lo dudo. Para ellos, ser capaz de decirle a todo el mundo y su vecino que han cumplido con esa misión en carrera de bebedores habría sido suficiente, me imagino.
Esto me hace acordar a algo que pasó hace ya varios años en Argentina durante el lanzamiento de uno de los últimos libros de la serie de Harry Potter, no me acuerdo cuál. Los editores y los medios habían generado mucho bombo alrededor de él, y algunas librerías especializadas de Buenos Aires, muy astutamente, aprovecharon la oportunidad y anunciaron que abrirían sus puertas a la medianoche del día del lanzamiento mundial del libro – cabe aclarar que sólo la versión original en inglés estaría disponible, la traducción al español no estaría lista sino hasta un par de meses más tarde. Como era de esperarse, no pocas personas hicieron horas de cola frente a las librerías, esperando por ese importante momento en la historia de la literatura. Una de las primeras personas en comprar su copia fue entrevistada por un diario. El tipo dijo, reventando de regocijo, me imagino, que en realidad él no sabía inglés, pero igual quería tener el libro antes que nadie. El autor de la crónica mencionó luego que el libro, de ser el envase de una historia, se había convertido en un objeto en sí mismo.
Estas cervezas de las que hablo también se han convertido en un objeto para algunos. Tomar algo sabroso, interesante, intoxicante ya no es el verdadero placer. El verdadero placer está en poder subir fotos de esas cervezas, junto con sus notas de cata en salas de trofeos como Utappd, Twitter, Facebook, un portal de reseñas o un blog. Naturalmente, la gente del otro lado del mostrador sabe de ello y a menudo lo manipulan para sacarle ventaja, lo cual no debería sorprender a nadie.
No quiero decir con esto que estas cervezas, o al menos algunas de ellas, no son grandes cervezas por sus propios méritos, o que podrían ser legítimamente consideradas como tal. La cosa es que se espera que sean grandes cervezas. Entonces, cuando resultan serlo, todo lo que han hecho es satisfacer una expectativa, y si satisfacer una expectativa es lo mínimo que todo producto o servicio por el cual pagamos debería hacer, ¿no las convierte entonces en adecuadas?
Me estoy yendo al carajo acá.
No tiene demasiado sentido ponerse a discutir cuáles de estas cervezas son grandes cervezas, o si se merecen toda la admiración que reciben, o si hay otras mejores que son más fáciles y baratas de conseguir. Después de todo, la grandeza, como el valor está en le paladar de cada uno. Sea lo que sea, no me interesan en lo más mínimo. En lo que a mí respecta, no hay ninguna cerveza lo suficientemente especial para hacer que cave un pozo en mi billetera, para hacer que me tome más molestias que las necesarias o para convertirse en un fin en sí mismo. Y la verdad que no importa qué tan grandes sean o no, porque les sigue faltando el tipo de grandeza que hoy día prefiero, la grandeza de lo ordinario.
Hay grandeza en una cerveza bien hecha, buena, sabrosa que puedo tomar sólo por el hecho de que tengo ganas de tomar una cerveza bien hecha, buena, sabrosa.
No me refiero a ningún estilo, tipo o categoría en particular. Pueden ser fuertes o de sesión, de sabores intensos o sutiles, rubias u oscuras, lupuladas o maltosas, clásicas o modernas, locales o importadas, etc. Me refiero a cervezas que solemos tener en el armario, la bodega o la heladera y que abrirlas no necesita, o es, una ocasión especial que requiere del estado de ánimo y de salud correctos; cervezas que no se van a ofender si las servís en cualquier vaso limpio que tengas a mano y que no esperan, y mucho menos exigen, demasiada atención de tu parte; cervezas que podés tomar en cualquier momento que te pinte tomar una cerveza con tales y cuales características, mientras hacés alguna de esas cosas que son normales en tu vida, que no tienen nada que ver con la cerveza. Y si resulta que no tenés alguna de ellas en tu armario, bodega o heladera, sabés que conseguirla no significará una inversión importante en tiempo, esfuerzo o dinero.
Esas cerveza son grandes cervezas, y su grandeza, para mí, es más grande que la grandeza de aquellas otras grandes cervezas. No son objetos, son cerveza, una bebida ligeramente (aunque, en algunos casos, no tan ligeramente) intoxicante que no nos obligan a sacar fotos o escribir nada al respecto.
Algunos de ustedes no estarán de acuerdo conmigo. Me dirán que esas grandes cervezas que son también difíciles de conseguir merecen toda la atención que deberíamos prestarles, y todavía más, que merecen ser bebidas en el momento correcto a fin de poder ser apreciadas plenamente, lo cual, de hecho, es lo que las hace tan especiales.
¿Pero es verdad?
No voy a discutir sobre gustos, pero tratemos de ver las cosas desde otra perspectiva. ¿Si el bar o tienda más cercano a tu casa o laburo empezase a vender estas cervezas de manera regular, o si vivieses al lado de la fábrica, o si su disponibilidad en el mercado, y por qué no su precio, fuese más 'normal', cómo cambiaría tu relación con ellas? ¿Las tomarías, por ejemplo, un jueves mientras preparás una béchamel para la cena y ecsuchás Antibalas Afrobeat Orchestra o Freak Power, como hice yo con Schlenkerla Urbock? ¿Irías a ese hipotético bar al salir del trabajo para tomarte un par de vasos de camino a casa?
Pensá un poco la respuesta antes de seguir leyendo. No hagas trampa. Sé honesto con vos mismo.
Si la respuesta es sí, entonces quizás lo que las hace tan especiales no tanto lo extraordinariamente buenas que son, sino lo extraordinariamente raras, y esa rareza es muy probablemente fabricada. No es más que un artificio que empresas emplean para incrementar sus márgenes de ganancia y/o su reputación entre cierto grupo de consumidores.
Por otro lado, 'grande', 'maravilloso', 'sublime', 'especial', y otros adjetivos por el estilo han sido tan abusados que han sido despojados de gran parte de su significado original, y no sólo en lo que respecta a la cerveza.
¿Pero por qué me caliento por estas cosas? Tengo a mi alcance suficientes cervezas que son al menos bastante buenas y sólidas para elegir, y seguro que ustedes también, lo cual debería ser más que suficiente para cualquiera. Hay alguna cerveza mejor, o más grande, que una buena que podemos tomar ahora mismo?
Na Zdraví a Veselé Vánoce!
Un interesante ejercicio prosaico: Escribir sobre algo de lo que no hay que escribir. Tiene sentido un blog de cerveza para decir que no hay que tener blogs d cerveza?
ResponderBorrar¿tiene sentido un blog de cerveza para alguien más que para el autor?
BorrarEs cierto lo que dices de que a veces los aficionados a la cerveza nos obsesionamos con cervezas difíciles de conseguir y que al final la cerveza se presenta más como un objeto que como un producto en si. Y no es más que puro marketing y eso, nos guste o no, existe en todos los productos o servicios que se conocen. Esta claro que la sensación de escasez de un producto o edición limitada genera mucho deseo en algunos consumidores. Desde hace un tiempo nosotros ya hemos dejado de lado esta obsesión por probarlo todo y nos centramos en aquello que de verdad creermos que es bueno. Bien porque tenemos buenas referencias o porque confiamos en la marca. Nos gusta mucho disfrutar de una buena cerveza (o lo que nosotros entendemos por una buena cerveza claro) y nos enfada cuando probamos algo que no supera nuestras espectativas... como todos. Lo que si es cierto que cada cual hace con su dinero lo que le da la gana, y si alguien disfruta muchísimo consiguiendo esa extraña cerveza; adelante. Cada cual tenemos nuestro propio criterio y es igualmente válido. Y cada cual tenemos nuestro momento de consumir algo extraordinario o de consumir algo ordinario. Disfrutar de la cerveza como de cualquier otro producto es cosa de momentos. Hoy compro en el decathlon porque quiero algo barato y mañana compro en mi tienda especializada porque quiero algo de calidad. Soy la misma persona pero con momentos de compra diferentes.
ResponderBorrarSalud y buena cerveza!
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderBorrarCuantas más cervezas raras, locas y/o complejas probé, más aprendí a apreciar a la simple Warsteiner que consigo en el chinito enfrente de mi casa y a un tercio del valor de esas raras, locas y/o complejas cervezas!
ResponderBorrarSalud Max!
Matías, desde Argentina!
Buenas Max,
ResponderBorrarSi nos permites una ampliación de tu comentario, creo que será útil para contrarrestar una opinión que parece generalizada que se resume con la idea "en el BBF se dejaron de pinchar muchas cervezas". Nada más lejos de la realidad (y la intención). Del listado publicado (cerrado más de dos meses antes) no se pincharon 4 cervezas. Una por mala gestión del almacén (se quedó en un lado y nadie reparó en ella) y las otras tres por desajustes de tener que confirmar la cerveza con antelación y llegado el día del envío no haber disponibilidad o la cerveza no estar en condiciones óptimas de ser servida.
Una desviación de 4 de 302 la damos como excelente en parámetros de calidad interna. La firmamos ahora mismo para la edición de este año.
Durante el año buscamos cervezas que podamos traer a Barcelona que creemos interesantes para el público local y que ayuden a difundir la cultura cervecera. Que sentido tiene buscarlas, traerlas y luego no servirlas? Las cervezas tienen que hablar en los vasos, no en el papel!
En todo caso, interesante aporte en la línea que ya llevas mucho tiempo defendiendo. También creemos en el placer de la buena cerveza en compañía dejando el blog d catas escondido. Pero también nos gusta descubrir cosas nuevas y a veces eso lleva a rarezas y hacer esfuerzos (de tiempo y dinero, por ejemplo en viajes). En todo caso, tus palabras no nos desaniman a intentar cumplir una vieja promesa de viajar a Chequía. Palabra que compartiremos unas cuantas cervezas en tu pub preferido y ni preguntar el nombre de lo que haya dentro el vaso! Na Zdravi!
Mikel, como lo dije en su momento en los comentarios, que hayan quedado sin pinchar algunas cervezas (nunca pensé que fueron muchas) no me parece algo reprochable, no creo que haya desmerecido al evento ni perjudicado a nadie. Hubo gente que se quejó al respecto, es cosa de ellos.
ResponderBorrarA mí también me encanta tomar cosas nuevas, pero hoy ya con algo más de criterio. Ya me ha dejado de interesar correr atrás de la última novedad, ir al más nuevo brewpub, al menos no sin antes tener alguna referencia de alguien cuyos gustos conozco.
Sea lo que sea, seguro espero verte algún día por estos pagos. Saludos
A pesar de ser de los que hace más de un esfuerzo, tanto en tiempo como económico, por conseguir cervezas raras, no me queda más remedio que estar totalmente de acuerdo con lo que dices. Lo cual me hace pensar que tengo un problema de coleccionismo sensorial o virtual, por lo de Untappd, que en la mayoría de los casos no me da más que dolores de cabeza: algunos físicos al día siguiente de beber una botella de 22 onzas de imperial stout con un 14% de alcohol; otros no tan físicos pero reales durante la búsqueda y la decisión de si pagar o no pagar el precio de la botella de marras; pero sobre todo y en la mayoría de los casos los producidos por la decepción provocada por el producto y el arrepentimiento por haber hecho el esfuerzo por conseguirlo.
ResponderBorrar¡Salud!