Aquí estoy entonces, cruzando la calle a la parada Karlovo nám.–Moraň. Ansioso de empezar con el Desafío Cervecero en Tranvía.
Los techos y los árboles se aferran a aa nieve que cayó hace un par de días, como si se estuviesen regodeando en la sensación. Pronto, sin embargo, la nieve se derretirá y se convertirá en lo que muchos checos sin cariño y con razón llaman sračka. Mientras tanto, yo la disfruto (¿cuándo fue la última vez que nevó así? ¿El invierno pasado? No estoy seguro, ni tampoco del anterior.)
No tengo que esperar, veo un tranvía viniendo justo cuando piso la vereda: el 10 a Sídliště Ďáblice. Cuento las paradas; me voy a tener que bajar en Perunova. ¡Taqueloparió! Conozco a todos los bares por ahí, están en la guía (y los que no están, no valen la pena). ¡Pero…! Hay uno. Está un poco más lejos de lo que me gustaría, pero tampoco tengo demasiado de donde elegir.
Cuando empiezo a caminar cuesta abajo por Chorvatská me doy cuenta de que quizás esta no haya sido una gran idea. Para volver voy a tener que escalar la calle, en la vereda helada, con varios kilos de comida en la mochila. Y se sorprenden que no esté gordo.
Debo haber pasado miles de veces por Restaurace Orion en camino a Vršovice, y nunca se me ocurrió entrar, a pesar de que en verano la terraza tiene linda pinta. Lamentablemente, hoy no está el día como para sentarse afuera; voy a tener que ir adentro.
Es mucho más chico de lo que pensaba. No puede ser más ancho que un vagón de tren. No hay mucha gente (aunque dudo que este boliche pueda acomodar la suficiente cantidad de gente como para considerarse “mucha”, al menos no adentro). Tengo hambre y agarro una mesa en un rincón del salón principal. La lista cervecera es de convicción Gambrinus-Kozel-Urquell. Pido una Gambáč—es lo que todos están tomando—y queso feta frito con papas (que resulta ser una delicia).
La tele está encendida, pero no en un canal de deportes o música. Están pasando los últimos minutos de un documental sobre el naufragio de Costa Concordia. Es tan sensacionalista como se podría esperar. La única parte interesante está al final cuando hablan—muy brevemente—del proyecto para rescatar el naufragio (desde que trabajé en la construcción de una central termoeléctrica me fascinan los proyectos de ingeniería a gran escala). Otro documental arranca luego de una tanda; uno que no podría estar más fuera de lugar. Es sobre Lebensborn, el programa de la SS para que soldados arios garchen con chicas arias para producir bebés arios que conquistarían el mundo, o algo por el estilo. Es un tema serio que debe ser conocido, pero no es del tipo que uno quiere ver o escuchar mientras trata de disfrutar una birra; casi lamento que no tengan puesto MTV.
Después de terminar la segunda birra y pagar la cuenta, me despido, tratando de decidir si Orion me gustó o no. La cerveza y la comida estaban más que bien—mejor de lo que había esperado, quizás—pero el boliche no tiene mucha onda (y dudo que mejoraría más tarde en el día). Sin embargo, una vez que lleguen los días más cálidos, podría ser buen lugar para una birrita al aire libre—lo deberé tener en cuenta.
No importa cuál tranvía llegue primero, si el 10 o el 16 en cualquiera de las direcciones; ambos siguen la misma ruta, al menos la cantidad requerida de paradas, que ahora es cuatro.
Veo que se acerca un 10, que me va a llevar de vuelta hacia donde vine. Pero no todo el camino, me voy a tener que bajar en I.P. Pavlova.
No me pinta ir hasta U Graffů, en la plaza. Agarro Lublaňská. Hay un Pub “Irlandés” y uno con mucha pinta de trampa para turistas. No gracias, por duplicado y con sello oficial. Va a tener que ser el que está al final de la cuadra, con el cartel de Gambrinus.
Al igual que con Orion, debo haber pasado por Na Břežance una bocha de veces, pero nunca entré. Es hora de corregir eso.
Este boliche sí que está vivo, muy vivo; y lleno. Tengo suerte de encontrar una mesa en el salón principal. En el bar no hay luegar y el Salónek parece estar reservado para una reunión de ex-alumnos de algún liceo, clase 1917.
El servicio en Orion era medio pachorra; acá es rapidísimo y muy atento. No tardo nada en pedir la primera cerveza, Gambrinus 12° Neflitrované.
Antes de que llegue, noto a una mujer en una mesa cercana mirándome como si estuviese intentando acordarse de dónde me conoce, esperando estar equivocada. Me pone un poco nervioso, tengo que confesar. Trato de olvidarla leyendo mi libro: “Galilee”, de Clive Barker. (Lo estoy disfrutando menos que la primera vez que lo leí hace cosa de diez años. Parece un poco como si Neil Gaiman hubiese tratado de escribir una novela de Jackie Collins.)
A propósito, la cerveza: el paladar está dominado por una nota suave, pero implacable de el-motivo-por-el-cual-jamás-seré-fanático-de-las-Lambic. Quiero pedir algo distinto para el segundo plato, pero estoy leyendo cuando vacío el vaso—y sigo evitando la mirada de esa dama—y solo puedo asentirle a la camarera que me pregunta si quiero otra antes de que desaparezca con el vaso.
La verdad, no importa. La cerveza sigue siendo tomable, apenas (y la segunda está mejor), y me está gustando la onda acá en Na Břežance. No hay nada diferente o nuevo, nada notable, nada que no haya visto en innumerables otros pubs de la ciudad. Puede que el motivo sea la familiaridad; o que el boliche sigue lleno, y muy ruidoso. No hay ninguna tele a la vista, ni tampoco música que yo pueda oír; solo el sonido de gente pasándola bien. La mejor música que un pub puede tener.
Casi pido una tercera birra, pero tengo otras cosas que hacer. Otro día, quizás.
Restaurace Orion
50°4'26.674"N, 14°27'33.972"E
Říčanská 7 – Praha-Vinohrady
+420 702 806 632 – restorion@centrum.cz
Lun-Dom: 11-23
Na Břežance
50°4'26.618"N, 14°25'52.757"E
Lublaňská 49 – Praha Vinohrady
+420 222 514 124 – 222 514 124
Lin-Vie: 10-24, Sáb-Dom: 11-24
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